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Una rueda lejana. me esconde y me suaviza. las antiguas palabras. Cae el líquido fértil de mi estatua. y los navíos cabecean. amarrados al alba. ME GUSTA 1. Ver métrica Poema siguiente. Volver a Gerardo Diego.
Columpio. A caballo en el quicio del mundo. un soñador jugaba al sí y al no. Las lluvias de colores. emigraban al país de los amores. Bandadas de flores. Flores de sí Flores de no.
No verte. Andar a tientas (y era mediodía) con temor infinito de romperte. No verte. Oír tu voz, oler tu aroma, sueños, ay, espejismos que el desierto invierte. No verte. Pensar que tú me huyes, me deseas, querrías encontrarte en mí, perderte.
Tú por tu sueño, y por el mar las naves. En cárceles de espacio, aéreas llaves. te me encierran, recluyen, roban. Hielo, cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo. que alce hasta ti las alas de mis aves. Saber que duermes tú, cierta, segura.
El santanderino Gerardo Diego (1896-1987) llegó al monasterio burgalés de Santo Domingo de Silos el 3 de julio de 1924. Pernoctó allí, en la hospedería, y al día siguiente, el 4, antes de seguir camino hacia Madrid, dejó escrito el poema en el libro de firmas del cenobio.
No sé escribir a máquina sin ellas. Ellas lo saben todo. Graduar el mar febril. y refrescar mi sangre con su nieve infantil. La noche ha abierto el piano. y yo las digo adiós con la mano. ME GUSTA 2. Ver métrica Poema siguiente. Volver a Gerardo Diego.
Gerardo Diego. Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes. Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo, y tú, inocente, duermes bajo el cielo. Tú por tu sueño, y por el mar las naves.
