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  1. CUMBRES BORRASCOSAS CAPÍTULO PRIMERO He vuelto hace unos instantes de visitar a mi casero y ya se me figura que ese solitario vecino va a inquietarme por más de una causa. En este bello país, que ningún mi-sántropo hubiese podido encontrar más agradable en toda Inglaterra, el señor Heathcliff y yo

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  2. 30 de may. de 2020 · Descargar Cumbres Borrascosas gratis en formato PDF y EPUB. Descargar Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë para kindle, tablet, IPAD, PC o teléfono móvil

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    • Emily Brontë
    • CAPÍTULO PRIMERO
    • Se puso en pie, se acercó a una puerta lateral y gritó:
    • CAPITULO SEGUNDO
    • Y la pequeña bruja puso tal expresión de malignidad en sus ojos, que José salió precipitadamente, rezando y temblando, mientras murmuraba:
    • CAPITULO TERCERO
    • CAPITULO CUARTO
    • Hindley le abofeteó.
    • CAPITULO QUINTO
    • CAPITULO SEXTO
    • CAPITULO SEPTIMO
    • Y trató de alejarse, pero Catalina le sujetó.
    • CAPITULO OCTAVO
    • CAPITULO NOVENO
    • —Tú has tenido la culpa —me dijo. —No has debido ponerme al niño a mi alcance. ¿Se ha lastimado?
    • —Antes de contestar, habría que tener muchas cosas en cuenta —dije sentenciosamente. —Ante todo, ¿ama usted al señorito Eduardo?
    • Y salí de nuevo en su busca, pero sin resultado. A José le ocurrió lo mismo. Volvió diciendo:
    • CAPITULO DIEZ
    • Y le abrazaba hasta casi ahogarle.
    • —Mal sitio es para vivir un joven —dije—. ¿No teme usted las consecuencias, señora Linton?
    • CAPITULO ONCE
    • —¿Quién te ha enseñado esas bonitas palabras, hijo? —le pregunté. —¿El cura?
    • —Entonces, ¿el cura no te enseña a leer y escribir?
    • CAPITULO DOCE
    • —¿Cómo va a figurarse el señor que esté usted tan loca como para dejarse morir de hambre?
    • CAPITULO TRECE
    • —¿Qué le ha hecho Heathcliff para justificar ese odio terrible? — pregunté. —¿No valdría más decirle que se fuera?
    • CAPITULO CATORCE
    • CAPITULO QUINCE
    • —Vuelvo antes de una hora —aseguró él. —La señora insistió:
    • CAPITULO DIECISEIS
    • CAPITULO DIECISIETE
    • Isabel rompió a llorar; pero se secó las lágrimas inmediatamente y continuó:
    • CAPITULO DIECIOCHO
    • CAPITULO DIECINUEVE
    • CAPITULO VEINTE
    • CAPITULO VEINTIUNO
    • —Sí; pero ¿cree que es la primera vez que le ve? Haga memoria. Linton, ¿no te acuerdas de tu prima?
    • Heathcliff miró con desprecio a su hijo.
    • Un pájaro que hubiese hallado su nido vacío no hubiera, con sus trinos y agitación, manifestado más angustia que la de Cati al exclamar:
    • CAPITULO VEINTIDÓS
    • CAPITULO VEINTITRÉS
    • CAPITULO VEINTICUATRO
    • Se acercó a mí y me abrazó.
    • CAPITULO VEINTICINCO
    • CAPITULO VEINTISEIS
    • CAPITULO VEINTISIETE
    • Dio un puñetazo en la mesa y exclamó:
    • CAPITULO VEINTIOCHO
    • Siguió en su ocupación, entornando los ojos.
    • —¿Vive papá todavía?
    • CAPITULO VEINTINUEVE
    • CAPITULO TREINTA
    • CAPITULO TREINTA Y UNO
    • CAPITULO TREINTA Y DOS
    • —¿Liquidar? —preguntó Elena, mientras me acompañaba al salón. —¿Qué hay que liquidar, señor?
    • Él repuso:
    • CAPITULO TREINTA Y TRES
    • —¿Tiene usted miedo a morirse?
    • CAPITULO TREINTA Y CUATRO
    • —Pues ¿qué le pasaba?

    Regreso en este momento de visitar al dueño de mi casa. Sospecho que ese solitario vecino me dará más de un motivo de preocupación. La comarca en que he venido a residir es un verdadero paraíso, tal como un misántropo no hubiera logrado hallarlo igual en toda Inglaterra. El señor Heathcliff y yo podríamos haber sido una pareja ideal de camaradas en...

    —¡José! Percibimos a José murmurar algo en las profundidades de la bodega, pero sin dar señal alguna de acudir. En vista de ello, su amo fue a buscarle, dejándome solo con la perra y con otros dos perros mastines, que vigilaban atentamente cada uno de mis movimientos. No sintiendo deseo alguno de trabar conocimiento con sus colmillos, permanecí qui...

    La tarde de ayer fue fría y brumosa. Al principio dudé entre pasarla en casa, junto al fuego, o dirigirme a través de los páramos y sobre los barrizales a Cumbres Borrascosas. Pero después de comer (advirtiendo que como de una a dos, ya que el ama de llaves que adopté al alquilar la casa como si se tratara de una de sus dependencias, no comprende, ...

    —¡Malvada, malvada! Supuse que la joven había querido gastar al viejo una broma lúgubre, y en cuanto nos quedamos solos, quise interesarla en mi problema. —Señora Heathcliff —dije con seriedad— perdone que la moleste. Una mujer con una cara como la suya tiene necesariamente que ser buena. Indíqueme alguna señal, algún lindero que me oriente para co...

    Mientras subía las escaleras delante de mí, la mujer me aconsejó que ocultase la bujía y procurase no hacer ruido, porque su amo tenía ideas extrañas acerca del aposento donde ella iba a instalarme, y no le agradaba que nadie durmiese allí. Le pregunté los motivos, pero me contestó que sólo llevaba en la casa dos años, y que había visto tantas cosa...

    Verdaderamente somos veleidosos los seres humanos. Yo que había resuelto mantenerme al margen de toda sociedad humana y que agradecía a mi buena estrella el haber venido a parar a un sitio donde mis propósitos podían realizarse plenamente; yo, desdichado de mí, me vi obligado a arriar bandera, después de aburrirme mortalmente durante toda la tarde,...

    —Lo mejor es que hagas enseguida lo que te digo —continuó Heathcliff, saliendo al portal desde la cuadra, donde estaban—. ¡Ya sabes que si hablo a tu padre te pegará! —¡Largo de aquí, perro! —gritó Hindley amenazándole con un pilón de hierro de una romana. —Tíramelo —dijo Heathcliff parándose. —Yo diré que te has vanagloriado de que me echarías a l...

    Según transcurría el tiempo, el señor Earnshaw no iba siendo el mismo. Tiempo atrás era un hombre enérgico y sano; pero cuando sus fuerzas le abandonaron y se vio obligado a pasarse la vida al lado de la chimenea, se convirtió en suspicaz e irritable. Se ofendía por la menor cosa y se enfurecía ante cualquier imaginaria falta de respeto. Especialme...

    El señor Hindley vino para asistir al entierro, y, con gran asombro de la vecindad, trajo una mujer con él. Nunca nos dijo quién era ni dónde había nacido. Debía de carecer de fortuna y de nombre distinguido, porque, en otro caso, no hubiera dejado de anunciar al padre su matrimonio. Ella no causó muchas molestias en casa. Se mostraba encantada de ...

    Catalina estuvo cinco semanas en la Granja de los Tordos, y regresó en Navidad. La herida se le curó, y sus modales mejoraron mucho. Mientras tanto, la señora la visitó frecuentemente y puso en práctica su plan de educación, procurando despertar en Catalina la propia estimación y haciéndole valiosos regalos de vestidos y otras cosas. De modo que cu...

    —No quise burlarme de ti. No pude contenerme al ver tu aspecto. Anda, dame la mano siquiera. Si te lavas la cara y te peinas parecerás otro. Pero ¡ahora estás tan sucio! Examinó los negros dedos que tenía entre los suyos y luego se miró el vestido, temiendo que con aquel contacto hubiese sufrido algo que no fuera precisamente embellecerse. —Nadie t...

    Un hermoso día de junio, por la mañana, nació el primer niño que yo había de criar y el último de la antigua raza de los Earnshaw. Estábamos recogiendo heno en un prado lejano cuando vimos venir con una hora de anticipación a la muchacha que nos traía habitualmente el almuerzo. —¡Qué niño más hermoso! —dijo. —Nunca se ha visto otro más guapo... Per...

    Hindley entró, como me temía, muy exasperado y pronunciando tremendas imprecaciones, sorprendiéndome en el momento en que trataba de ocultar a su hijo en la alacena de la cocina. A Hareton le espantaban tanto las muestras de afecto como ser objeto de la ira de su padre, porque, o bien corría el riesgo de que le ahogara con sus brutales abrazos, o s...

    —¿Lastimado? —grité, indignada. —Tonto será si no se muere. Me asombra que su madre no se alce del sepulcro para ver cómo le trata usted. Es usted peor que un enemigo de Dios. ¡Tratar así a su propia sangre! Quiso tocar al niño, que al sentirse conmigo se había repuesto de su susto; pero Hareton entonces comenzó de nuevo a gritar y a agitarse. —¡Dé...

    —¿Cómo no? ¡Desde luego! Entonces la sometí a una serie de preguntas. No era del todo indiscreto el hacerlo, ya que se trataba de una muchacha muy joven. —¿Por qué le ama, señorita Catalina? — ¡Qué pregunta! Le quiero, y basta. —No es suficiente. Dígame por qué. —Bien; porque es guapo y me gusta mucho estar con él. —Malo... —comenté. —Y porque es j...

    —¡Cuánta guerra da ese muchacho! Ha dejado abierta la verja y la jaca de la señorita se ha escapado a la pradera después de estropear dos haces de trigo. Ya le castigará el amo mañana por esos juegos endemoniados, y hará bien. Demasiada paciencia tiene por tolerar tantos descuidos. Pero no sucederá siempre igual. Lo hemos de ver. ¡Está haciendo tod...

    ¡Me he lucido con el principio que ha tenido mi vida de eremita! ¡Cuatro semanas enfermo, tosiendo constantemente! ¡Oh, estos implacables vientos y estos sombríos cielos del Norte! ¡Oh, los intransitables caminos y los calmosos médicos rurales! Pero peor que todo, incluso que la privación de todo semblante humano en torno mío, es la conminación de ...

    —Bien, bien —repuso su esposo, un tanto mohíno. —No creo que por eso hayas de estrangularme. No me parece que ese Heathcliff sea un tesoro maravilloso. ¡No es como para volverse locos porque haya vuelto! —Ya sé que no te agrada mucho —replicó Catalina, reprimiéndose un poco. —Pero tenéis que ser amigos ahora, aunque sólo sea por mí. ¿Le digo que su...

    —Para mi amigo, no. Es lo bastante precavido para librarse de todo riesgo. Si algo temo, es por Hindley; pero tan bajo ha caído moralmente, que dudo que pueda descender más. Respecto a daño físico, yo medio entre ambos. El regreso de Heathcliff me ha reconciliado con Dios y con los hombres. ¡He sufrido mucho, Elena! Si él comprende cuánto, sentirá ...

    A veces, meditando sobre estas cosas a solas, me levantaba, poseída de un súbito terror, me ponía el sombrero y se me ocurría ir a ver lo que sucedía en Cumbres Borrascosas. Tenía la convicción de que mi deber era hablar a Hindley de lo que la gente decía de él. Pero cuando recordaba lo empecinado que estaba en sus vicios, me faltaba valor para ent...

    —¡Malditos seáis el cura y tú! —contestó. —¡Dame eso! —Si me dices quién te ha enseñado a hablar así, te lo daré. —El diablo de papá —replicó. —Y papá, ¿qué te enseña? —seguí preguntando. Se lanzó sobre la fruta, pero yo la quité pronto de su alcance. —Nada —me contestó. —No quiere que esté a su lado, porque reniego de él y digo palabrotas. —¿Y es ...

    —No. Han dicho que le partirían la cabeza si entrara por la puerta. ¡Heathcliff lo ha jurado! Le di la naranja y encargué que dijera a su padre que una mujer llamada Elena Dean quería verle. Se dirigió a la casa por el sendero; pero en lugar de Hindley salió Heathcliff. Al verle, eché a correr como si hubiera visto a un fantasma. Esto no tiene rela...

    Mientras la señorita Isabel vagaba por el parque y por el jardín y su hermano continuaba encerrado en la biblioteca, probablemente esperando que Catalina se arrepintiese y pidiese perdón, ella seguía obstinada en prolongar su ayuno. Seguramente creía que Eduardo estaba medio muerto de nostalgia y que sólo el orgullo le impedía arrojarse a sus pies....

    —¿Crees que no? ¡Persuádele, convéncele de que estoy dispuesta a hacerlo! —Se olvida usted, señora, de que hoy mismo ha tomado ya algún alimento... —¡Me mataría ahora mismo —me contestó— si estuviese segura de que con ello le mataba a él también! Llevo tres noches sin poder cerrar los párpados. ¡Cuánto he sufrido! Empiezo a imaginarme que tú no me ...

    Dos meses permanecieron ausentes los fugitivos. Durante aquel intervalo la señora sufrió y dominó lo más agudo de una fiebre cerebral, como diagnosticaron su dolencia. Ninguna madre hubiera cuidado a su hijo con más devoción que Eduardo cuidó a su esposa. Día y noche estuvo a su lado, soportando cuantas molestias le producía. Kennett no ignoraba qu...

    —¡No! —gritó Earnshaw —Si trata de abandonarme, le mato. Intente usted persuadirle de hacerlo y será usted responsable de su asesinato. ¿Cree usted que voy a perder todo lo mío sin esperanza de recuperarlo? ¿Cree que voy a consentir que Hareton sea un mendigo? ¡Maldición! Haré que Heathcliff me lo devuelva todo, y luego le arrancaré su sangre, y de...

    —Estaba muy excitado, alegre, hasta casi risueño... ¡Bueno, esto muy poco! —Sin duda le sientan bien los paseos nocturnos —dije yo, tan extrañada como ella. — Y como ver al amo alegre no era un espectáculo ordinario, me las imaginé para buscar un pretexto y entrar. Heathcliff estaba ante la puerta, en pie, pálido y temblando. Pero sus ojos irradiab...

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  5. 18 de mar. de 2014 · Descargar Cumbres borrascosas en PDF, ePUB o MOBI. Cumbres borrascosas de Brontë, Emily. Gratis, sin registro y de forma legal 👌

  6. 22 de jun. de 2022 · PDF access not available for this item. IN COLLECTIONS Internet Archive Books Texts to Borrow Books for People with Print Disabilities

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