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  1. Nota introductoria. Siempre le oí decir a Gonzalo Rojas (Lebu, Sur de Chile, 1917): "Soy un animal rítmico". Nos conocimos en el invierno de 1965, durante el Primer Encuentro de Poesía Joven de Chile, que se celebró en la Universidad Austral de Valdivia. Allí, junto al abismo del inmenso río, nació nuestra amistad.

  2. y las cuerdas inmóviles; déjenlo suelto con su ceguera para ver, para ver otra vez, porque el verbo es ése: ver, y ése el Espíritu, lo inacabado y lo ardiente, lo que de veras amamos y nos ama, si es que somos Hijo de Hombre y de Mujer, lo innumerable al fondo de lo innombrable; no, nuevos semidioses

  3. y las cuerdas inmóviles; déjenlo suelto con su ceguera para ver, para ver otra vez, porque el verbo es ése: ver, y ése el Espíritu, lo inacabado y lo ardiente, lo que de veras amamos y nos ama, si es que somos Hijo de Hombre y de Mujer, lo innumerable al fondo de lo innombrable; no, nuevos semidioses del lenguaje sin Logos, de la histeria ...

  4. 30 de ene. de 2018 · y las cuerdas inmóviles; déjenlo suelto con su ceguera para ver, para ver otra vez, porque el verbo es ése: ver, y ése el Espíritu, lo inacabado y lo ardiente, lo que de veras amamos y nos ama, si es que somos Hijo de Hombre y de Mujer, lo innumerable al fondo de lo innombrable; no, nuevos semidioses del lenguaje sin Logos, de ...

  5. Gonzalo Rojas: juicio de residencia 91 Interesante, pues, ver cómo al mismo tiempo,Jrente a un mundo atado, hay esta palabra llena de espacio. Yo me preguntaba si esta parte tiene que ver quizá con la transformación que tu palabra poética hace de la misma experiencia en el espacio abierto de la geografía recorrida por ti.

  6. Poema publicado el 26 de Junio de 2009. No le copien a Pound, no le copien al copión maravilloso. de Ezra, déjenlo que escriba su misa en persa, en cairo-arameo, en sánscrito, con su chino a medio aprender, su griego translúcido. de diccionario, su latín de hojarasca, su libérrimo. Mediterráneo borroso, nonagenario el artificio.

  7. Otro poema elegíaco –como “Carbón”, “Celia”, (177-178), “Mariposas para Juan Rulfo”, entre los que recordábamos recién–, el titulado “Cuerdas inmóviles”, (225) ve al novelista Carlos Droguett —ácrata, de voz singularísima en la narrativa chilena— como puro caballo sin hueso corriendo en ninguna dirección.