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  1. Cien sonetos de amor de Pablo Neurda. Soneto I. Soneto II. Soneto III. Soneto IV. Soneto V. Soneto VI. Soneto VII.

  2. Cien sonetos de amor. Pensé morir, sentí de cerca el frío, y de cuanto viví sólo a ti te dejaba: tu boca eran mi día y mi noche terrestres. y tu piel la república fundada por mis besos. En ese instante se terminaron los libros, la amistad, los tesoros sin tregua acumulados, la casa transparente que tú y yo construimos: todo dejó de ser ...

  3. Cien sonetos de amor No te amo como si fueras rosa de sal, topacio o flecha de claveles que propagan el fuego: te amo como se aman ciertas cosas oscuras, secretamente, entre la sombra y el alma. Te amo como la planta que no florece y lleva dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores, y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo

  4. Amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso, qué soledad errante hasta tu compañía! Siguen los trenes solos rodando con la lluvia. En Taltal no amanece aún la primavera. Pero tú y yo, amor mío, estamos juntos, juntos desde la ropa a las raíces, juntos de otoño, de agua, de caderas, hasta ser sólo tú, sólo yo juntos.

  5. rodeados por enjambres de fuego azul marino, y esas letras son el agua de un río. que desemboca en mi corazón calcinado. Oh nombre descubierto bajo una enredadera. como la puerta de un túnel desconocido. que comunica con la fragancia del mundo! Oh invádeme con tu boca abrasadora, indágame, si quieres, con tus ojos nocturnos, pero en tu ...

  6. Tu casa suena como un tren a mediodía. XLIV. Sabrás que no te amo y que te amo. LXVI. No te quiero sino porque te quiero. XCIV. Si muero sobrevíveme con tanta fuerza pura. La presente Antología de Pablo Neruda es publicada con fines de difusión y estudio de la obra del Poeta y está prohibida su reproducción con fines comerciales o de uso ...

  7. Cien sonetos de amor (1960. A Matilde Urrutia. Señora mía muy amada, gran padecimiento tuve al escribirte estos mal llamados sonetos y harto me dolieron y costaron, pero la alegría de ofrecértelos es mayor que una pradera. Al proponérmelo bien sabía que al costado de cada uno, por afición electiva y elegancia, los poetas de todo tiempo

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