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  1. www.textos.info › ruben-dario › el-pajaro-azulEl Pájaro Azul - textos

    El Pájaro Azul. París es teatro divertido y terrible. Entre los concurrentes al café Plombier, buenos y decididos muchachos —pintores, escultores, poetas— sí, ¡todos buscando el viejo laurel verde!, ninguno más querido que aquel pobre Garcín, triste casi siempre, buen bebedor de ajenjo, soñador que nunca se emborrachaba, y, como ...

  2. El epílogo debe titularse así: “De cómo el pájaro azul alza el vuelo al cielo azul”. ¡Plena primavera! Los árboles florecidos, las nubes rosadas en el alba y pálidas por la tarde; el aire suave que mueve las hojas y hace aletear las cintas de los sombreros de paja con especial ruido!

  3. Rubén Darío: El pájaro azul. «El pájaro azul», cuento de Rubén Darío, narra la historia de un poeta bohemio, Garcín, conocido entre sus amigos como «el pájaro azul». Esta denominación simboliza su naturaleza melancólica y soñadora.

  4. web.seducoahuila.gob.mx › biblioweb › uploadAzul Por Rubén Darío

    • (CANTO ALEGRE)
    • (CUENTO GRIEGO)
    • (CUENTO PARISIENSE)
    • EL FARDO
    • Y aquí el tío Lucas:
    • EL VELO DE LA REINA MAB
    • LA CANCIÓN DEL ORO
    • EL RUBÍ
    • —No, mujeres.
    • —Brilla pálidamente.
    • EL PALACIO DEL SOL
    • EL PÁJARO AZUL
    • —¿Y te irás?
    • PALOMAS BLANCAS Y GARZAS MORENAS
    • Tiempo.
    • Esperé.
    • Con risa descocada de educanda maliciosa, con aire de locuela:
    • EN BUSCA DE CUADROS
    • ACUARELA
    • Llamaba:
    • PAISAJE
    • AGUA FUERTE
    • LA VIRGEN DE LA PALOMA
    • LA CABEZA
    • ACUARELA
    • UN RETRATO DE WATEU
    • NATURALEZA MUERTA
    • AL CARBÓN
    • PAISAJE
    • EL IDEAL
    • LA MUERTE DE LA EMPERATRIZ DE LA CHINA
    • —¿Me amas?
    • (ROMANZA EN PROSA)
    • EL AÑO LÍRICO PRIMAVERAL
    • El nido es cántico. El ave
    • ESTIVAL
    • II
    • III
    • AUTUMNAL
    • Piérides, diréis las sacras dichas
    • INVERNAL
    • ¡Oh! ¡bien haya el brasero
    • PENSAMIENTOS DE OTOÑO
    • A UN POETA
    • ANAGKE
    • CAUPOLICÁN
    • VENUS
    • WALT WHITMAN
    • J. J. PALMA
    • SALVADOR DÍAZ MIRON

    ¡Amigo! el cielo está opaco, el aire frío, el día triste. Un cuento alegre.., así como para distraer las hermosas y grises melancolías, helo aquí: Había en una ciudad inmensa y brillante un rey muy poderoso, que tenía trajes caprichosos y ricos, esclavas desnudas, blancas y negras, caballos de largas crines, armas flamantísimas, galgos rápidos y mo...

    Habitaba cerca del Olimpo un sátiro, y era el viejo rey de su selva. Los dioses le habían dicho: «Goza, el bosque es tuyo; sé un feliz bribón, persigue ninfas y suena tu flauta». El sátiro se divertía. Un día que el padre Apolo estaba tañendo la divina lira, el sátiro salió de sus dominios y fue osado a subir el sacro monte y sorprender al dios cri...

    En el castillo que últimamente acaba de adquirir Lesbia, esta actriz caprichosa y endiablada que tanto ha dado que decir al mundo por sus extravagancias, nos hallábamos a la mesa hasta seis amigos. Presidía nuestra Aspasia, quien a la sazón se entretenía en chupar, como niña golosa, un terrón de azúcar húmedo, blanco, entre las yemas sonrosadas. Er...

    Allá lejos, en la línea como trazada con un lápiz azul, que separa las aguas y los cielos, se iba hundiendo el sol, con sus polvos de oro y sus torbellinos de chispas purpuradas, como un gran disco de hierro cadente. Ya el muelle fiscal iba quedando en quietud; los guardas pasaban de un punto a otro, las gorras metidas hasta las cejas, dando aquí y...

    —Sí, patrón, ¡hace dos años que se me murió! Aquellos ojos, chicos y relumbrantes bajo las cejas grises y peludas, se humedecieron entonces. —¿Que cómo se murió? En el oficio, por darnos de comer a todos, a mi mujer, a los chiquitos y a mí, patrón, que entonces me hallaba enfermo. Y todo me lo refirió, al comenzar aquella noche, mientras las olas s...

    La reina Mab, en su carro hecho de una sola perla, tirado por cuatro coleópteros de petos dorados y alas de pedrería, caminando sobre un rayo de sol, se coló por la ventana de una boardilla donde estaban cuatro hombres flacos, barbudos e impertinentes, lamentándose como unos desdichados. Por aquel tiempo, las hadas habían repartido sus dones a los ...

    Aquel día, un harapiento, por las trazas un mendigo, tal vez un peregrino, quizá un poeta, llegó, bajo la sombra de los altos álamos, a la gran calle de los palacios, donde hay desafíos de soberbia entre el ónix y el pórfido, el ágata y el mármol; en donde las altas columnas, los hermosos frisos, las cópulas doradas, reciben la caricia pálida del s...

    ¡Ah! ¡Con que es cierto! ¡Con que ese sabio parisiense ha logrado sacar del fondo de sus retortas, de sus matraces, la púrpura cristalina de que están incrustados los muros de mi palacio! Y al decir esto el pequeño gnomo iba y venía, de un lugar a otro, a cortos saltos, por la honda cueva que les servía de morada; y hacía temblar su larga barba y e...

    —Yo sabía cuál era mi gruta. Con dar un golpe en el suelo, abría la arena negra y llegaba a mi dominio. ¡Vosotros, pobrecillos, gnomos jóvenes, tenéis mucho que aprender! Bajo los retoños de unos helechos nuevos me escurrí sobre unas piedras deslavadas por la corriente espumosa y parlante; y a ella, a la hermosa, a la mujer, la así de la cintura, c...

    —¡Impostura! —¡Es redonda como la coraza de un escarabajo! Y en ronda, uno por aquí, otro por allá, fueron a arrancar de los muros pedazos de arabesco, rubíes grandes como una naranja, rojos y chispeantes como un diamante hecho sangre; y decían: —He aquí lo nuestro, ¡oh, madre tierra! Aquello era una orgía de brillo y de color. Y lanzaban al aire l...

    A vosotras, madres de las muchachas anémicas, va esta historia, la historia de Berta, la niña de los ojos color de aceituna, fresca como una rama de durazno en flor, luminosa como un alba, gentil como la princesa de un cuento azul. Ya veréis, sanas y respetables señoras, que hay algo mejor que el arsénico y el hierro para encender la púrpura de las...

    París es teatro divertido y terrible. Entre los concurrentes al Cafe Plombier, buenos y decididos muchachos—pintores, escultores, escritores, poetas; sí, ¡todos buscando el viejo laurel verde!—ninguno más querido que aquel pobre Garcín, triste casi siempre, buen bebedor de ajenjo, soñador que nunca se emborrachaba y, como bohemio intachable, bravo ...

    —¿No te irás? —¿Aceptas? —¿Desdeñas? ¡Bravo Garcín! Rompió la carta, y soltando el trapo a la ventana, improvisó unas cuantas estrofas, que acababan, si mal no recuerdo: ¡Sí, seré siempre un gandul, lo cual aplaudo y celebro, mientras sea mi cerebro jaula del pájaro azul! Desde entonces Garcín cambió de carácter. Se volvio charlador, se dio un baño...

    Mi prima Inés era rubia como una alemana. Fuimos criados juntos, desde muy niños, en casa de la buena abuelita que nos amaba mucho y nos hacía vernos como hermanos, vigilándonos cuidadosamente, viendo que no riñésemos. ¡Adorable, la viejecita, con sus trajes a grandes flores, y sus cabellos crespos y recogidos, como una vieja marquesa de Bouchez! I...

    Leí Pablo y Virginia. Llegó un fin de año escolar y salí en vacaciones, rápido como una saeta, camino de mi casa. ¡Libertad! —Mi prima—¡pero Dios santo, en tan poco tiempo!—se había hecho una mujer completa. Yo delante de ella me hallaba como avergonzado, un tanto serio. Cuando me dirigía la palabra, me ponía a sonreirle con una sonrisa simple. Ya ...

    La pálida claridad celeste nos iluminaba. El ambiente nos llevaba perfumes tibios que a mí se me imaginaban propicios para los fogosos amores. ¡Cabellos aúreos, ojos paradisíacos, labios encendidos y entreabiertos! De repente, y con un mohín: —¡Ve! la tontería... corrió como una gata alegre adonde se hallaba la buena abuela, rezando a las calladas ...

    —¡Eh, abuelita, ya me dijo...! ¡Ellas, pues, sabían que yo «debía decir...»! Con su reir interrumpía el rezo de la anciana que se quedó pensativa acariciando las cuentas de su camándula. ¡Y yo que todo lo veía a la husma, de lejos, lloraba, sí, lloraba lágrimas amargas, las primeras de mis desengaños de hombres! Los cambios fisiológicos que en mi s...

    Sin pinceles, sin paleta, sin papel, sin lápiz, Ricardo, poeta lírico incorregible, huyendo de las agitaciones y turbulencias, de las máquinas y de los fardos, del ruido monótono de los tranvías y el chocar de los caballos con su repiqueteo de caracoles sobre las piedras; del tropel de los comerciantes; del grito de los vendedores de diarios; del i...

    Había cerca un bello jardín, con más rosas que azaleas y más violetas que rosas. Un bello y pequeño jardín con jarrones, pero sin estatuas; con una pila blanca, pero sin surtidores, cerca de una casita como hecha para un cuento dulce y feliz. En la pila un cisne chapuzaba revolviendo el agua, sacudiendo las alas de un blancor de nieve, enarcando el...

    —¡Mary! El poeta vio llegar una joven de un rincón del jardín, hermosa, triunfal, sonriente; y no quiso tener tiempo sino para meditar en que son adorables los cabellos dorados cuando flotan sobre las nucas marmóreas y en que hay rostros que valen bien por un alba. Luego todo era delicioso. Aquellos quince años entre las rosas—; quince años, sí, lo...

    A poco andar se detuvo. El sol había roto el velo opaco de las nubes y bañaba de claridad áurea y perlada un recodo del camino. Allí unos cuantos sauces inclinaban sus cabelleras verdes hasta rozar el césped. En el fondo se divisaban altos barrancos y en ellos tierra negra, tierra roja, pedruscos brillantes como vidrios. Bajo los sauces agobiados r...

    De una casa cercana salía un ruido metálico y acompasado. En un recinto estrecho, entre paredes llenas de hollín, negras, muy negras, trabajaban unos hombres en la forja. Uno movía el fuelle que resoplaba, haciendo crepitar el carbón, lanzando torbellinos de chispas y llamas como lenguas pálidas, áureas, azulejas, resplandecientes. Al brillo del fu...

    Anduvo, anduvo. Volvía ya a su morada. Dirigíase al ascensor cuando oyó una risa infantil, armónica, y él, poeta incorregible, buscó los labios de donde brotaba aquella risa. Bajo un cortinaje de madreselvas, entre plantas olorosas y maceteros floridos, estaba una mujer pálida, augusta, madre, con un niño tierno y risueño. Sosteníale en uno de sus ...

    Por la noche, soñando aún en sus oídos la música del Odeón y los parlamentos de Astol; de vuelta de las calles donde escuchara el ruido de los coches y la triste melopea de los «tortilleros», aquel soñador se encontraba en su mesa de trabajo, donde las cuartillas inmaculadas estaban esperando las silvas y los sonetos de costumbre, a las mujeres de ...

    Primavera. Ya las azucenas floridas y llenas de miel han abierto sus cálices pálidos bajo el oro del sol. Ya los gorriones tornasolados, esos amantes acariciadores, adulan a las rosas frescas, esas opulentas y purpuradas emperatrices; ya el jazmín, flor sencilla, tachona los tupidos ramajes como una blanca estrella sobre un cielo verde. Ya las dama...

    Estáis en los misterios de un tocador. Estáis viendo ese brazo de ninfa, esas manos diminutas que empolvan el haz de rizos rubios de la cabellera espléndida. La araña de luces opacas derrama la languidez de su girándula por todo el recinto. Y he aquí que al volverse ese rostro, soñamos en los buenos tiempos pasados. Una marquesa contemporánea de la...

    Tu cuarteto es cuadriga de águilas bravas que aman las tempestades, los Océanos; las pesadas tizonas, las férreas clavas, son las armas forjadas para tus manos. Tu idea tiene cráteres y vierte lavas; del Arte recorriendo montes y llanos, van tus rudas estrofas jamás esclavas, como un tropel de búfalos americanos. Lo que suena en tu lira lejos resue...

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  5. El pájaro azul de Rubén Darío. Descargar como. París es teatro divertido y terrible. Entre los concurrentes al café Plombier, buenos y decididos muchachos - pintores, escultores, poetas - sí, ¡todos buscando el viejo laurel verde! ninguno más querido que aquel pobre Garcín, triste casi siempre, buen bebedor de ajenjo, soñador que ...

  6. Título: El pájaro azul / Rubén Darío (Escuchar audio) Autor: Darío, Rubén, 1867-1916; Publicación: Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2016; Publicación original: Valparaíso, Imprenta y Litografía Excelsior, 1888, pp. 63-70; Nota general: Voces : Taller Digital de la Universidad de Alicante